La Muralla de Tbilisi, velada bajo las bulliciosas calles de la ciudad, se erige como un observador silencioso del vívido pasado de Georgia. La Calle Pushkin, que irradia desde la Plaza de la Libertad y lleva el nombre del renombrado poeta ruso Alexander Pushkin, oculta una parte de esta maravilla histórica. En 2012, durante un proceso de renovación, un descubrimiento inesperado trajo a la luz la muralla fortificada de la ciudad, que data de los siglos XII y XIII.
Se desenterraron varios restos de torres junto a este fragmento de muralla de 110 metros de longitud. El notable cartógrafo de Georgia, Vakhushti Bagrationi Batonishvili, capturó la esencia de estas imponentes murallas en un atlas en 1735. Estas murallas, con sus múltiples capas, evocan la tumultuosa historia de Tbilisi. Cada capa representa la resiliencia de la ciudad, que ha resurgido de las cenizas tras repetidas invasiones y destrucción.
La anexión del Imperio Ruso en 1801 marcó un giro significativo en la historia de la muralla, causando una destrucción sustancial. Las secciones de la muralla que sobrevivieron fueron enterradas bajo la infraestructura en expansión de la ciudad, ocultas bajo las nuevas carreteras y edificios construidos.
Durante la excavación de 2012, también se encontraron fragmentos de cerámica vidriada del siglo XII, añadiendo otra capa a la vibrante historia de la ciudad. Las autoridades de la ciudad, honrando el deseo de los ciudadanos de preservar este sitio histórico, convirtieron el área circundante en un recinto peatonal adornado con pasarelas y puentes. Esta renovación permite tanto a los locales como a los visitantes contemplar una pieza única del rico pasado de Tbilisi.
Al caminar por el Viejo Tbilisi, los restos de las antiguas murallas de la ciudad son discernibles. Desde las secciones originales hasta las renovadas, cada una lleva una narrativa distinta. La fortaleza de Narikala, construida en la cordillera de Sololaki en el siglo IV y ampliada por los omeyas en el siglo VII y más tarde por el Rey David el Constructor (1089-1125), es una de las características más prominentes de las murallas de la ciudad.
La fortaleza soportó múltiples oleadas de destrucción y reconstrucción a lo largo de los siglos. Sus segmentos fueron enterrados durante la expansión de la ciudad, dando paso a la construcción de nuevas carreteras y edificios. Hoy, la muralla se extiende desde la fortaleza de Narikala, bajando por las laderas de la Calle Dadiani, hasta las llanuras. La fortificación se puede seguir a lo largo de las calles Pushkin y Baratashvili, serpenteando a través de varios callejones hasta llegar al río.
La Calle Pushkin ahora ofrece una perspectiva única de la muralla. Desenterrados en 2012 durante las renovaciones, estos fragmentos de los siglos XI al XIII han sido cuidadosamente preservados. Residentes y turistas pueden ver estas reliquias históricas desde las pasarelas recién instaladas, o acercarse para observar los detalles de este vestigio de una era pasada.
La Muralla de Tbilisi, un testimonio del pasado resiliente de la ciudad y su vibrante historia, invita a los visitantes a deambular por sus huellas, desvelando relatos de invasiones, resurgimiento y un espíritu perdurable.